Ayer por la tarde bajé a la orilla y me puse a tirar piedras al mar. No se cuánto tiempo estuve en la tarea, pero al cabo de un rato observé que el mar se iba retirando hacia adentro. Tampoco se qué número de piedras fue el que le arrojé, pero si fui consciente del poder de las mismas, del poder de mi mano al lanzarlas, del poder del brazo que impulsaba la mano, del poder del cerebro que ordenaba mecánicamente que las arrojara. Todo ese poder había vencido al mar y este retrocedía.
-Por fin has encontrado una fuerza que ha derrotado tu hegemonía.
El mar, en un último estertor intentó alcanzar mis pies pero apenas su espuma me rozó.
-Te he derrotado. Mi cerebro que ordenó a la mano que cogiera las piedras y te las arrojara te ha derrotado. La voluntad del hombre te ha derrotado. Pero seré benévolo y te dejaré regresar a tus dominios, nada tienes que temer.
Esta mañana, al asomarme por la ventana del faro, el mar había vuelto a ocupar su sitio.
2 comentarios:
que bonito, y la foto también...
sabes? el hombre tira las piedras, infeliz, piensa que es su cerebro quien lo ordena, pero, una vez más es una mujer, la luna, quien posee el imán que atrae al mar.
Me resulta tan inquietante encontrar las cosas en su sitio, me dan tanto miedo los hombres con piedras en el alma... Menos mal que me quedan tus margaritas blancas.
Besos desde la orilla.
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