lunes, 1 de agosto de 2011

"Postales desde el faro" (29 de julio de 2.011).



Lo divino de lo humano.


El otro día se me apareció dios. Lo reconocí enseguida por la dentadura perfecta, la inexistente alopecia, la ausente barriga y porque olía bastante bien. También ayudó que se presentara diciéndome que era dios y me dijera su nombre. Dada mi facilidad para olvidar o confundir estos yo lo llamé dios y lo traté de usted, no fuera a ser que tuviera uno de sus conocidos cambios de humor y me convirtiera en una nueva víctima de alguna de esas plagas de las que a veces hace alarde. Aun así me arriesgué a preguntarle cómo permitía que todo esto anduviera manga por hombro y que si no hubiera sido mejor que en vez de tanta prisa por crearlo todo en seis días se hubiera tomado al menos un mes para dejarlo todo en perfecto funcionamiento. El me salió por la tangente del libre albedrío, que se iba ya porque andaba muy ocupado con lo del juicio final, y nos despedimos.

Ya ven, preocúpense más de lo humano que de lo divino porque estamos solos en esto. Y vayan buscando abogado para lo del juicio ese.