
Creo que uno nunca debería contar nada, que no es conveniente mostrarse a otro porque poco a poco la confianza se va disolviendo hasta minimizarse, y es entonces cuando nuestra posición queda si no en entredicho, si abiertamente vulnerable.
Recuerdo la que fié en el que creía mi mejor amigo, al cual perdí así como todas nuestras charlas delante de innumerables absentas, las que deposité en dos o tres amantes a la postre despechadas, las que todos los demás creyeron que yo entregaba cuando se confundía lo que era mero afecto con amistad.
Luego están aquellos que ve a saber por qué confiaron en mi cuando nunca debieron hacerlo. No me considero una persona de la que te puedas fiar porque tengo la querencia a acabar aburriéndome de la gente y a distanciarme, o a mostrarle sus carencias de manera abierta lo cual no suele ser recomendable en los que me usan con la excusa de la confianza para exorcizar sus miserias sin querer encontrar una solución.
Puede ser que por mi natural desconfianza hacia las personas me viniera a la isla y solo me comunique con un cormorán.