
Me he encontrado (bueno, la verdad es que primero me encontraron a mi y luego yo busqué) con un personaje y detrás de este una retahíla de ellos que van por la vida con la bandera de la sinceridad. Cada vez que oigo a alguien decir "yo nunca miento y digo siempre la verdad", digamos que mis sentidos se ponen alerta. Primero y más importante, porque no me lo creo; seguro que mienten más que hablan. Segundo, porque tamaña declaración de principios permite al que la enarbola lanzarse a la piscina de la mala educación, de la grosería y de la falta de respeto para con los que le rodean (y les sufren). Los adalides de la sinceridad o del "es que yo soy así" justifican con su comportamiento un montón de actitudes groseras e incómodas.
Por todo lo anterior, invoco a una especie de revolución civil contra todos esos seres que se envuelven en la bandera de la sinceridad para hacernos a todos los demás una vida más molesta. A ver si se ahogan con ella.
Y si, pienso que la sinceridad está sobrevalorada.
(Tras leer esto, el cormorán aplaude con las alas).